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Capítulo (9): La Vida Divina Sobre la Tierra
 
 
 
El 'ser' consciente total e integralmente de uno mismo y de toda la verdad de su ser, es lo que significa y conlleva el surgimiento o la manifestación perfecta de la consciencia del individuo, y es hacia esa meta donde la evolución se dirige.
 
Todos los seres son uno, y el estar completamente consciente, significa estar integrado con la consciencia de la totalidad, con el yo, la fuerza y la acción universales.

 

 

Porque la esencia de la consciencia es el poder de ser consciente de esa consciencia y de sus propósitos, la naturaleza verdadera de ese poder debe ser directa y completamente desarrollada en sí misma: si ahora eso es en nosotros indirecto, incompleto, y sin auto desarrollo en su misión o en su trabajo y dependiendo de instrumentos construidos, es porque la consciencia aquí, está emergiendo de una Inconsciencia original velada, y todavía está cargada y envuelta con la primera Nesciencia propia de la Inconsciencia; pero esa consciencia debe tener el poder para emerger completamente, y su destino debe ser evolucionar en su propia perfección, la cual es su verdadera naturaleza. Su verdadera naturaleza es ser completamente consciente de todos sus propósitos, y de todos ellos el primero es ella misma, el ser que está evolucionando su consciencia aquí, y el resto es lo que vemos como el no - yo, -- pero si la existencia es indivisible, eso en realidad es también el yo: el destino de la consciencia evolutiva debe ser entonces, llegar a ser perfectos en esa comprensión o atención, enteramente conscientes del yo y del todo- consciente. Esta condición perfecta y natural de consciencia es para nosotros una súperconsciencia, un estado que está más allá de nosotros y en el cual, si de repente nos transportamos a él, nuestra mente no podría al principio funcionar; pero es hacia esa súperconsciencia que nuestro ser consciente debe evolucionar. Este desarrollo o evolución de nuestra consciencia hacia la súperconsciencia o el yo supremo solamente es posible si el inconsciente que es nuestra base o fundamento aquí, es realmente una Súperconsciencia involucionada; porque la Realidad que tiene que llegar a ser en nosotros debe de estar ya ahí secretamente envuelta / comprendida / implicada / involucrada en su comienzo. Nosotros podemos concebir tal Ser o Poder implícito en el Inconsciente, cuando observamos atentamente esta creación material de Energía inconsciente, y cuando vemos su laboriosidad, sus construcciones creativas, y sus inventos infinitos, - el trabajo de una vasta inteligencia involucionada, - también vemos y nos damos cuenta que nosotros somos algo de esa Inteligencia evolucionando de su involución, que somos una consciencia emergiendo continuamente sin parar, hasta que lo Involucrado o Implícito haya evolucionado revelándose a si mismo como una totalidad suprema consciente de ella misma y como una inteligencia consciente de todo. Es a esto a lo que hemos dado el nombre de Supermente o Gnosis. Porque eso evidentemente debe ser la consciencia de la Realidad, el Ser, el Espíritu que está secretamente en nosotros y lentamente se manifiesta aquí; de ese Ser nosotros somos los que llegaremos a ser y debemos crecer en su naturaleza.

 

El ser y el ser perfecto es la meta de la Naturaleza en nosotros; pero ser perfecto es ser completamente y totalmente consciente de nuestro ser: ser inconsciente, parcialmente consciente o deficientemente consciente es un estado del ser que no está en posesión de él mismo; es la existencia pero no la perfección del ser. Estar completamente e integralmente consciente de uno mismo y de toda la verdad de nuestro ser es la condición necesaria de la verdadera posesión de la existencia. Esta consciencia propia y en si misma, es lo que significa el conocimiento espiritual: la esencia del conocimiento espiritual es una consciencia intrínseca existente en ella misma; toda su acción de conocimiento, realmente, toda su acción de cualquier clase, debe ser esa consciencia formulándose ella misma. Todos los otros conocimientos es la consciencia abstraída y olvidadiza de ella misma y luchando por regresar a su propia atención original y a su contenido; es la ignorancia del yo laborando para transformarse y regresar a su estado original de conocimiento propio.

 

Llegar a ser completo o perfecto en el ser, en la consciencia del ser, en la fuerza del ser, en la delicia del ser y vivir en esa completa integración, eso, es la vida divina.

 

Todos los seres es uno, y ser perfecto es ser todo lo que es. Ser en el ser de todos, e incluir todos en un ser; ser consciente de la consciencia de todos, ser integrados en la fuerza con la fuerza universal, llevar toda la acción y la experiencia en uno mismo y sentirla como su propia acción y experiencia; sentir todos los yos como el yo propio, sentir toda la delicia de los seres como la propia delicia del ser, esa es una condición necesaria de la vida divina integral.

 

La plenitud de esta consciencia solamente puede ser obtenida al realizar la identidad del yo individual con el Yo trascendental, la suprema Realidad.

 

Por lo tanto, para ser universal en la perfección y la libertad del uno universal, uno debe ser también trascendental. La perfección espiritual del ser es la eternidad; si uno no tiene la consciencia del ser eterno, si uno es dependiente del cuerpo o la mente encarnada o la vida encarnada, o depende de este mundo o ese mundo, o de esta condición del ser o de aquella otra, eso no es la realidad de uno mismo, ni la perfección de nuestra existencia espiritual. Vivir solamente como el ego del cuerpo o ser solamente por el cuerpo es ser una criatura efímera o transitoria, sujeta a la muerte, al deseo, al dolor, al sufrimiento, al deterioro y a la decadencia. Para trascender y exceder la consciencia del cuerpo, y no estar sujeto al cuerpo ni por el cuerpo, y usar al cuerpo solo como un instrumento, la primera condición de la vida divina es aminorar o disminuir el yo exterior. El no estar sujeto mentalmente a la ignorancia y a la restricción de consciencia, trascendiendo la mente y usándola como un instrumento y controlándola como una formación superficial del yo, es la segunda condición. Vivir / ser para el yo interno y el espíritu y no depender de la vida, no ser identificado con ella, y trascenderla, controlarla y usarla como una expresión y un instrumento de ese yo verdadero, es la tercera condición.

 

[El individuo] debe de entrar en la Realidad suprema divina, sentir su unidad con ella, vivirla, ser su creación propia: toda su mente, su vida, y su físico deben de ser convertidos en los términos de su Supernaturaleza; todos sus pensamientos, sentimientos y acciones deben ser determinados por ella y ser ella, debe ser la formación en él mismo de la divina y suprema Realidad. Todo esto puede perfeccionarse en él cuando el haya evolucionado fuera de la Ignorancia en el Conocimiento, y a través del Conocimiento en la Consciencia suprema y su delicia motriz y suprema de la existencia. Algunas de estas cosas imprescindibles o fundamentales y una eficaz instrumentación pueden llegar con el primer cambio espiritual y culminar en la vida de la Supernaturaleza gnóstica.

 

Esta realización demanda un cambio de la consciencia hacia el interior. La consciencia humana ordinaria está predispuesta hacia lo exterior y solamente ve la superficie de las cosas. Ella retrocede al entrar en las profundidades interiores, que aparecen oscuras y donde tiene miedo de perderse. Sin embargo, la entrada en esta oscuridad, este vacío, este silencio, es solamente el pasaje / camino / sendero a una existencia superior.

 

Estas cosas son imposibles sin una vida interior; ellas no pueden ser alcanzadas permaneciendo en una consciencia externa siempre predispuesta hacia el exterior, activa solamente o principalmente desde la superficie. El ser individual tiene que encontrarse a sí mismo, a su verdadera existencia; él solamente puede hacer esto dirigiéndose a su interior, viviendo en su interior y desde su interior. . . Este movimiento de dirigirse a su interior y vivir en él es una tarea difícil de hacer para la consciencia normal de un ser humano; pero no hay otra forma de encontrarse a sí mismo. El pensador materialista, erigiendo una oposición entre el extrovertido y el introvertido, está de acuerdo con la actitud extrovertida aceptándola como la única posición segura para él: ya que, dirigirse hacia el interior es entrar en la oscuridad o el vacío, o perder el balance de la consciencia llegando a la morbosidad; para él es desde el exterior que tal vida interna, como la que uno puede construir, es creada, y su sanidad es asegurada solamente por una estricta confianza en su saludable y nutritivo origen externo, - su balance de la vida y mente personal solamente puede estar asegurado por una ayuda firme de la realidad externa, porque el mundo material es la única realidad fundamental para él. Esto puede ser verdad para el hombre físico, el nacido extrovertido, el que se siente a sí mismo como una criatura de la Naturaleza exterior; hecho para ella y dependiente de ella, el se perdería a sí mismo si se dirigiera a su interior: porque para él no hay un ser interior ni una vida interior. Pero el introvertido de este razonamiento tampoco tiene una vida interior; el no es el buscador de la verdad interior y de las cosas interiores, sino que es el hombre de pequeña mente que mira superficialmente dentro de él y no ve allí su yo espiritual sino la vida de su ego y la mente de su ego, y llegando a preocuparse enfermizamente con los movimientos de esa diminuta criatura lastimosa. La idea o la experiencia de una oscuridad interior cuando mira hacia adentro es la primera reacción de una mentalidad que ha vivido siempre en la superficie y que no ha realizado la existencia interior; tiene solamente una experiencia interna construida, que depende del mundo exterior para las necesidades de su ser. Pero, a esos en los que en su composición ha entrado el poder de una vida interna mayor, los movimientos de entrada en esa vida y el vivir en ella, no les trae la oscuridad y el vacío sino el engrandecimiento, y el ímpetu de una experiencia nueva, una gran visión, una capacidad mayor, una vida que se extiende infinitamente, más real y variada que la otra lastimosa vida construida para él mismo por nuestra humanidad normal física, y el jubilo de ser, que es más grande y más rico que cualquier delicia en la existencia que el hombre vital exterior o el hombre mental superficial pueda ganar por su fuerza y actividad vital dinámica o por la astucia y el desarrollo de la existencia mental. Un silencio, una entrada dentro de un vacío amplio o inclusive inmenso o infinito es parte de la experiencia interna espiritual; de ese silencio y anulación la mente física tiene cierto miedo, la pequeña actividad pensante superficial o mente vital se encoge o se disgusta, - porque ella confunde el silencio con la incapacidad mental y vital y la anulación con la cesación o la no - existencia: pero este silencio es el silencio del espíritu que es la condición de un conocimiento, poder y bienaventuranza superior, y este vacío es el vacío de la copa de nuestro ser natural, una liberación de los turbios contenidos, de manera que esa copa pueda ser llenada con el vino de Dios; no es el sendero hacia la no - existencia sino hacia la gran existencia. Inclusive, cuando los seres giran hacia la cesación, es una cesación no dentro de la no - existencia, sino dentro de la vastedad inefable del ser espiritual o un zambullido en la súperconsciencia incomunicable del Absoluto.

 

Verdaderamente, este movimiento hacia lo interno no es una encarcelación en el yo personal; es el primer paso hacia la verdadera universalidad.

 

Realmente, este movimiento hacia lo interno no es una encarcelación en el yo personal, es el primer paso hacia la universalidad; el nos trae la verdad de nuestro exterior tanto como la verdad de nuestra existencia interna. Por este vivir interiormente puede extenderse uno mismo y abrazar la vida universal, se puede tocar, penetrar, totalizar la vida con una realidad y una fuerza dinámica mucho mayor y del todo posible, que con el de nuestra consciencia superficial. Nuestro clímax de universalización sobre la superficie es un trabajo pobre y impedido, - es una construcción, un inventar y no la cosa real; porque en nuestra consciencia superficial nosotros estamos limitados por la separación de consciencia de otros y encadenados con los grilletes del ego. Allí (en nuestra consciencia superficial), nuestra abnegación llega más frecuentemente como una forma sutil de egoísmo o se torna en una gran afirmación de nuestro ego; contentos con nuestra pose o fingimiento altruista, no vemos que es un velo impuesto por nuestro yo individual, nuestras ideas, nuestra personalidad mental y vital, y nuestras necesidades del ego se engrandecen sobre las otras que tomamos en nuestra órbita de expansión. Hasta el momento, si nosotros realmente triunfamos en vivir para los demás, es por una fuerza espiritual interna de amor y simpatía; pero el poder y campo de acción de esta fuerza en nosotros y en llevarlo a cabo son pobres, el movimiento de la psiquis que lo expedita es incompleto, su acción frecuentemente ignorante porque el contacto es de mente y corazón pero nuestro ser no contiene o abarca el ser de otros como el de nosotros mismos. Una unidad externa con otros debe siempre ser una asociación de vidas externas con un resultado menor en lo interno; la mente y el corazón unen sus movimientos a esta vida común y los seres que nosotros nos encontramos allí; pero la vida externa común continúa en sus bases, - la unidad interna construida o algo de ella, puede persistir a pesar de la mutua ignorancia y discordancia, egoísmos, conflictos de mentes, conflictos de temperamentos vitales, conflictos de intereses, ya que es una estructura insegura y parcial. La consciencia espiritual, la vida espiritual reversa estos principios de construcción; ella establece su acción en la vida colectiva sobre una experiencia interna y la inclusión de otros en nuestro propio ser, un sentido interno y una realidad de la unidad. El individuo espiritual actúa con ese sentido de unidad, lo que le da, la percepción inmediata y directa de la demanda del yo sobre los otros yo, la necesidad de la vida, el bien, el trabajo de amor y simpatía que puede verdaderamente ser hecho. Una realización de unidad espiritual, la dinámica de la consciencia íntima de un - ser, el único yo en todos los seres, puede solamente encontrar y gobernar la acción por la verdad de la vida divina.

 

La ley de la vida divina está en acción universalmente, organizada por una Voluntad que todo lo ve, con el sentido de la verdadera unidad de la totalidad.

 

En el ser gnóstico o divino, en la vida gnóstica, habrá una consciencia que abarcará completamente sus mentes, vidas y seres físicos los cuales se sentirán como si todos fueran uno mismo. El ser gnóstico actuará no desde las bases de los sentimientos superficiales de amor y simpatía o cualquier sentimiento similar, sino en las bases de esa consciencia mutua que los une íntimamente a todos. Toda su acción en el mundo será la iluminación por una verdad de visión de lo que tiene que ser hecho, un sentido de la voluntad de la Realidad Divina en él, que es también la Realidad Divina en los otros, y será hecho por lo Divino en los otros y lo Divino en todo, llevando a efecto la verdad del propósito del Todo visto en la luz y la forma de la Consciencia superior y por los pasos a través de los cuales deben ser efectuados en el poder de la Supernaturaleza. El ser gnóstico se encuentra a si mismo no solamente en su propio esplendor el cual es el esplendor y la voluntad del Ser Divino en él, sino en el esplendor de los otros; su individualidad universal se efectuará en él mismo en el movimiento del Todo en todos los seres hacia su gran llegar a ser. El ve el trabajo divino en todas partes; lo que el considera al hacerlo, como un sumando en la suma del trabajo divino, desde la Luz interna, la Voluntad y la Fuerza que trabajan en él, es su acción. No hay un ego separatista en él para iniciar cualquier cosa; es el Trascendente y el Universal el que lo guía a través de su individualidad universalizada en la acción del universo. Como el no vive para un ego separado, también el no vive para el propósito de ningún ego colectivo; él vive en y por lo Divino en él mismo, en y por lo Divino en la colectividad, en y por lo Divino en todos los seres. Esta universalidad en acción, organizada por la Voluntad que todo lo ve en el sentido de la realización de la unidad en el todo / del uno en el todo, es la ley de su vida divina. Es entonces, esta plenitud espiritual por la urgencia de la perfección individual y el perfeccionamiento interior del ser lo que nosotros quisimos decir primero cuando hablamos de una vida divina. Es la primera condición esencial de una vida perfecta sobre la tierra y por lo tanto, nosotros estamos correctos en hacer nuestro supremo negocio, el trabajar hacia la mayor posible perfección individual. La perfección de la relación espiritual y pragmática del individuo con todo a su alrededor es nuestra segunda preocupación; la solución de este segundo deseo descansa en una completa universalidad y unidad con toda la vida sobre la tierra que es el otro resultado concomitante de una evolución en la naturaleza y consciencia gnóstica. Pero todavía continúa el tercer deseo, un nuevo mundo, un cambio total en la vida de la humanidad o, por lo menos, una nueva y perfecta vida colectiva en la naturaleza - tierra. Esto nos trae la aparición no solamente del individuo aislado evolucionado actuando en la masa atrasada o no evolucionada, y además muchos individuos gnósticos formando una nueva clase de seres superiores a los individuos en el presente, y una vida nueva común superior.

 

El ser gnóstico o espiritual sentiría esta armonía en la vida gnóstica que lo rodea, cualquiera que sea su posición en la totalidad. De acuerdo con el lugar que ocupe el sabría como guiar o gobernar, pero también como subordinarse; ambas posiciones serían para él una misma delicia: por la libertad del espíritu, porque es eterno, existente en si mismo e inalienable, la delicia podría sentirse tanto en el servicio, la subordinación voluntaria, y el ajuste con otros yo, como en el poder y el gobierno. Una libertad interna espiritual puede aceptar su lugar en la verdad de una jerarquía interna espiritual, tanto como en la verdad, no incompatible con ella, de una igualdad fundamental espiritual. Es este arreglo propio de la Verdad, un orden natural del espíritu, que existiría en una vida común del ser gnóstico, evolucionando en diferentes grados y niveles. La unidad es la base de la consciencia gnóstica y recíprocamente el resultado natural de su consciencia directa del uno en la diversidad; y la armonía es el inevitable poder del trabajo de su fuerza. Unidad, reciprocidad y armonía debe por lo tanto ser la ley de la vida gnóstica colectiva común, de la cual no se puede escapar. La forma que podría tomar, dependería de la voluntad de la manifestación evolutiva de la Supernaturaleza, pero esta sería su característica general y su principio.

 

Nuevos poderes de consciencia y nuevas facultades de conocimiento y acción se desarrollarán en el ser gnóstico, el cual los usará de una manera natural, normal y espontánea.

 

Una evolución innata y latente y al mismo tiempo unos poderes de consciencia no evolucionados no pueden ser admitido por la mente moderna, porque eso excede nuestra formula presente de la Naturaleza y, para nuestras imaginaciones ignorantes fundadas en una experiencia limitada, ellas parecen pertenecer a lo supernatural, a lo milagroso y a lo oculto; porque ellas sobrepasan la acción conocida de la Energía material la que es regularmente aceptada como la única causa y modelo de las cosas y la única instrumentación de la Fuerza - Mundo. Un trabajo humano prodigioso e increíble (milagroso), por el ser consciente descubriendo y desarrollando una instrumentación de fuerzas materiales y sobrepasando toda las cosas que la Naturaleza o el hombre no han organizado todavía, no es admitido como posible. Pero allí no habría nada supernatural o milagroso en esa evolución, excepto, en la medida que eso fuera una Supernaturaleza o una naturaleza superior a la de nuestra naturaleza humana o la de las plantas, animales o de los objetos materiales. Nuestra mente y sus poderes, nuestro uso de la razón, nuestra intuición mental y discernimiento, el habla, las posibilidades filosóficas, científicas, estéticas, los descubrimientos de la verdad y potencias del ser y un control de sus fuerzas son todos partes de una evolución que ya ha comenzado: más, parecería imposible si tomáramos la posición de la consciencia del animal limitado y sus capacidades; porque allí no hay nada que garantice tal prodigio y adelanto. Pero todavía hay una manifestación inicial vaga, elementos rudimentarios o posibilidades retenidas en el animal que nuestra razón e inteligencia con su extraordinario desarrollo luce como un viaje inimaginable desde un punto de partida lejano y sin esperanzas. Los rudimentos de unos poderes espirituales pertenecientes a la Supernaturaleza gnóstica están igualmente allí, inclusive en nuestra composición ordinaria, pero solo ocasionalmente y diseminados en su actividad. No es irracional suponer que en este nivel superior de evolución una progresión similar o mayor comenzando desde estos principios rudimentarios puede llevarnos a otro inmenso desarrollo y partida.

 

En la experiencia mística, - cuando hay una abertura de los centros internos, o de alguna otra forma, espontáneamente, o por la voluntad o el trabajo, o en el curso del crecimiento espiritual, - se ha sabido, que poderes nuevos de consciencia se han desarrollado; se presentan ellos mismos como una consecuencia automática de alguna abertura interior o una respuesta a una llamada en el ser, de manera que ha sido encontrado necesario recomendar a los buscadores no perseguir esos poderes, ni aceptarlos o usarlos. Este rechazo es lógico para aquellos que buscan retirarse de la vida; porque toda la aceptación de los poderes superiores ata a la vida o es una carga en la sencilla y pura urgencia hacia la liberación. Una indiferencia hacia todas las otras metas y asuntos es natural para los que aman a Dios, los que buscan a Dios por su propio bien y no por otra motivación inferior; la búsqueda de estas atractivas y seductoras pero algunas veces destructoras fuerzas sería una desviación de su propósito. Un rechazo similar es una restricción necesaria y una disciplina espiritual para el buscador inmaduro, dado que esos poderes pueden ser un peligro grande e inclusive mortal; porque su súpernormalidad puede fácilmente alimentar su ego agrandándolo anormalmente. El poder en sí mismo puede ser una tentación espantosa para el aspirante a la perfección, porque él puede tanto humillar como elevar y se presta al mal uso y abuso. Pero cuando esas capacidades nuevas son el resultado inevitable del crecimiento en una gran consciencia y una gran vida, y ese crecimiento es parte del mero propósito del ser espiritual en nosotros, esto no es un impedimento; porque el crecimiento del ser en la Supernaturaleza no puede llegar a realizarse o no puede ser completo si no trae con él un gran poder de consciencia, un gran poder de vida y el espontáneo desarrollo de una instrumentación de conocimiento y fuerza, normal para esa Supernaturaleza. No hay nada en la evolución futura del ser que pueda ser considerado como irracional o increíble; no hay nada en ella anormal o milagrosa: eso sería el curso necesario de la evolución de consciencia y sus fuerzas desde el sendero de la fórmula mental hacia la fórmula gnóstica o supramental de nuestra existencia. Esta acción de las fuerzas de la Supernaturaleza sería un trabajo normal, espontáneo y simple de la nueva consciencia superior en la cual el ser entra en el curso de su evolución propia; el ser gnóstico aceptando la vida gnóstica desarrollaría y usaría los poderes de esta gran consciencia, como el hombre desarrolla y usa los poderes de su naturaleza mental.

 

La vida de los seres gnósticos puede ser caracterizada como súperhumana o divina. Pero esa caracterización no debe ser confundida con el concepto que hemos tenido en el pasado y todavía tenemos en el presente de la súperhumanidad.

 

Una Supernaturaleza gnóstica trasciende todos los valores de nuestra Naturaleza normal ignorante; nuestras normas y valores están creados por la ignorancia y por lo tanto no pueden determinar la vida de la Supernaturaleza. Al mismo tiempo nuestra naturaleza presente es una derivación de la Supernaturaleza y no es una pura ignorancia sino un conocimiento a medias; por lo tanto es razonable suponer que cualquier verdad espiritual que esté en o detrás de sus normas y valores, reaparecería en la vida superior, no como normas sino como elementos transformados, sacados fuera de la ignorancia y alzados en una verdadera armonía y una existencia más luminosa. Como el individuo espiritual individualizado muda la personalidad limitada, el ego, a medida que levanta más allá de la mente a un completo conocimiento en la Supernaturaleza y los ideales conflictivos de la mente, deben desprenderse de él, pero la verdad detrás de todo, permanecerá en la vida de la Supernaturaleza. La consciencia gnóstica es una consciencia en la que todas las contradicciones están anuladas o fundidas todas en una luz superior de visión y ser, en un conocimiento unificado propio y del mundo. El ser gnóstico no aceptará los ideales y las normas de la mente; el no estará motivado a vivir por él mismo, por su ego, o por la humanidad, o por otros, o por la comunidad, o por el Estado; el estará consciente de algo más grande que esas verdades a media, de la Realidad Divina, y es por ella, por lo que el vivirá, por la voluntad de esa Realidad Divina en él mismo y en todo, en el espíritu de una gran universalidad y en la luz de la voluntad Trascendental. Por esa misma razón, en la vida gnóstica, no podrá haber conflicto entre la afirmación propia y el altruismo, porque el yo de los seres gnósticos es uno con el yo de todos, - no habrá ningún conflicto entre el ideal individual y el ideal de la colectividad, porque ambos son términos de una gran Realidad, y es por eso que él vivirá, y solamente en la medida que cada uno de ellos exprese la Realidad o su cumplimiento sea la voluntad de esa Realidad, pueden ellos tener un valor para su espíritu. Pero al mismo tiempo lo que es verdad en los ideales mentales y está borrosamente representado en ellos, será llevado a cabo en la existencia gnóstica; porque mientras su consciencia excede los valores humanos de manera que el no pueda sustituir la humanidad, o la comunidad, o el Estado, u otros, o él mismo por Dios, la afirmación de lo Divino en él mismo y el sentido de lo Divino en los otros, el sentido de la unidad con la humanidad, con todos los otros seres y con todo el mundo, por lo Divino en ellos y un impulso hacia una mayor y mejor afirmación de la Realidad desarrollándose en ellos, será parte de la acción de su vida. Pero lo que él hará, será decidido por la Verdad del Conocimiento y la Voluntad en él, una total e infinita Verdad que no es limitada por ninguna ley mental o norma, sino que actúa con la libertad en la realidad total, con el respeto por cada verdad en su lugar y con un claro conocimiento de las fuerzas que trabajan y la intención en la manifestación Divina Nisus en cada paso de la evolución cósmica y en cada evento y circunstancia.

 

La única regla de la vida gnóstica sería la expresión misma del Espíritu, la voluntad del Ser Divino; esa voluntad, esa expresión misma podría manifestarse a través de una simplicidad extrema o una extrema complejidad y opulencia o en su balance natural, - la belleza y la plenitud, lo dulce y alegre de las cosas, el esplendor y la felicidad de la vida son también poderes y expresiones del Espíritu. En todas las direcciones el Espíritu interno definiendo la ley de la naturaleza determinará el estado de vida con sus detalles y circunstancias. En todo habrá el mismo principio determinante; de cualquier modo, la norma rígida necesaria para el arreglo de las cosas usadas por la mente, no puede ser la ley de la vida espiritual. Una gran diversidad y libertad de la expresión propia, basada en una unidad, bien puede llegar a ser manifiesta; pero donde quiera habrá armonía y verdad de orden.

 

La vida de los seres gnósticos que llevan la evolución a un estado superior supramental, puede ser caracterizada como una vida divina; porque ella sería una vida en lo Divino, la vida de los comienzos de una luz y poder divinos y espirituales y del júbilo manifestado en la Naturaleza material. Esto puede ser descrito, dado que sobrepasa el nivel mental humano, como la vida del hombre súperhumano espiritual y supramental. Pero esto no debe ser confundido con el concepto que hemos tenido en el pasado y todavía tenemos en el presente de la súperhumanidad; una idea mental de la súperhumanidad que consiste en el sobrepasar el nivel normal humano, no en su género, sino en un grado más alto del mismo género, con una personalidad mayor, un ego magnifico y exagerado, un poder mental incrementado, un poder de fuerza vital mayor, en fin, una refinada, densa y masiva exageración de las fuerzas de la Ignorancia humana; eso conlleva también, comúnmente implicado en ello, la idea de una humanidad dominada por la fuerza de un superhombre. Esto significaría una súperhumanidad de tipo Nietzscheana; lo peor, podría ser el reino de una "bestia rubia" o la bestia oscura o todas y cada una de las bestias, el regreso de la grosera fortaleza barbárica: no obstante esto no sería evolución, sería una inversión o cambio a un barbarismo viejo y acérrimo.

 

Pero la tierra ha tenido suficiente de esto en el pasado, y su repetición solamente puede prolongar los patrones viejos; ella no puede obtener una ganancia verdadera para su futuro, y ningún poder para excederse ella misma del Titán y del Asura: inclusive un gran poder o un poder supernormal podría solamente avanzarla en un círculo vicioso dando vueltas sobre su vieja órbita. Pero lo que tiene que emerger es algo mucho más difícil y mucho más simple; es la realización misma del ser, la construcción del yo espiritual, una intensidad y una urgencia del alma y el envío y la soberanía de su luz, poder y belleza, -- no es una súperhumanidad egotista apoderándose, en una dominación mental y vital, de la humanidad, sino la soberanía del Espíritu sobre sus propios instrumentos, una nueva consciencia en la que la humanidad encontrará su propia superación y plenitud por la revelación de la divinidad que está luchando por nacer en su interior. Esta es la única y verdadera súperhumanidad y la sola posibilidad real, de un paso hacia adelante en la Naturaleza evolutiva.

 

Sería una equivocación o un malentendido pensar que una vida completamente iluminada en su conocimiento perdiera su atractivo y se volviera insípida y monótona. 

La manifestación gnóstica de la vida sería más completa y fructífera, y su interés más vívido y real que el interés inventado que nos ofrece el mundo de la Ignorancia.

 

Este nuevo estado sería verdaderamente, el reverso de la ley de la consciencia y la vida humana en el presente, porque él invertiría completamente el principio de la vida de la Ignorancia. Es por el gusto de la Ignorancia, su sorpresa y su aventura, que uno puede decir, que las almas han descendido en la Inconsciencia y han asumido el cariz o apariencia de Materia, por la aventura y el regocijo de crear y descubrir, una aventura del espíritu, una aventura de la mente y la vida y las sorpresas peligrosas y arriesgadas de sus trabajos en la Materia, por el descubrimiento y la conquista de lo nuevo y desconocido; todo esto constituye la empresa /la aventura /el riesgo de la vida, y todo esto puede parecer, que cesaría con la cesación de la Ignorancia. La vida del hombre está hecha de la luz y la oscuridad, lo ganado y lo perdido, las dificultades y los peligros, los placeres y lo dolores de la Ignorancia, un juego de colores moviéndose en el terreno de la neutralidad general de la Materia, la cual tiene como sus bases la nesciencia y la insensibilidad de la Inconsciencia. Para la vida normal de un ser una existencia sin las reacciones del éxito y la frustración, el goce vital y la aflicción, el peligro y la pasión, el placer y el dolor, las vicisitudes y las incertidumbres de lo falso, de las luchas, de las batallas, de los trabajos, del placer de lo nuevo y sorpresivo y de la creación proyectada por ella misma en lo desconocido, puede que parezca invalidar la variedad y por lo tanto el sabor vital. Cualquier vida que sobrepase estas cosas tiende a lucir como algo vacío y sin propósito, o una vida desperdiciada en la forma de una igualdad inmutable; la idea del cielo en la mente humana es la incesante repetición de una eterna monotonía. Pero esto es una interpretación incorrecta; porque el entrar en una consciencia gnóstica sería una entrada al Infinito. Sería una creación propia trayendo la infinidad del Infinito dentro de la forma del ser, y el interés del Infinito es más grande y multitudinario y más imperecederamente delicioso que el interés de lo finito. La evolución en el Conocimiento sería una manifestación más bella y gloriosa con más perspectivas, continuamente desdoblándose ellas mismas y más intensas en todas su formas que cualquiera otra evolución en la Ignorancia. La delicia del Espíritu es por siempre nueva, sus formas de belleza son innumerables, su divinidad siempre joven y el gusto de su delicia son del Infinito eterno e inagotable. La manifestación gnóstica de la vida sería más completa y fructífera, y su interés más vívido y real que el interés inventado que nos ofrece el mundo de la Ignorancia; sería un milagro constante grandioso y feliz.

 

Si hubiera una evolución en la Naturaleza material y si fuera una evolución del ser con la consciencia y la vida como sus dos términos y poderes, este completo desarrollo del ser, de la consciencia y de la vida deberá ser su meta de desarrollo hacia la cual nosotros estamos inclinados y la que se manifestará tarde o temprano en nuestro destino. El yo, el espíritu, la realidad que se está manifestando ella misma de la primitiva inconsciencia de la vida y la materia, evolucionaría su verdad completa del ser y consciencia en esa vida y materia. Regresaría a ella misma – o, si termina como un individuo deberá retornar a su Absoluto, pudiendo hacer su regreso también, -- no a través de la frustración de la vida sino a través del perfeccionamiento de él mismo en la vida. Nuestra evolución en la Ignorancia con su goce y dolor restringido, y su propio descubrimiento y el descubrimiento del mundo, y sus éxitos a medias, y sus búsquedas constantes, y sus pérdidas, es solamente nuestro primer paso. Ella debe llevarnos inevitablemente hacia una evolución en el Conocimiento, una búsqueda del yo y del Espíritu, una revelación propia de la Divinidad en las cosas y en ese poder verdadero del yo en la Naturaleza el cual es todavía para nosotros una Supernaturaleza.

 
 
La Evolución Futura del Hombre - Sri Aurobindo
Final del Capítulo #9 - La Vida Divina Sobre la Tierra
Ensayo preparado por P.B. Saint - Hilaire. Agosto 1962
Traducido al español por Hortensia De la Torre – 1997
 
 
Final del Libro: La Evolución Futura del Hombre