Hortensia De la Torre


CARTAS SOBRE YOGA

por

Sri Aurobindo


Tomo I, Sección IV

LA RAZON, LA CIENCIA Y EL YOGA

CONTINUACIÓN

 

 

Pero las experiencias decisivas no pueden traerse, la permanencia del nuevo estado de consciencia en los que ellos estarán normalmente, no puede estar segura si la mente está interponiéndose siempre con sus propias reservaciones, prejuicios y fórmulas ignorantes, o si ella, insiste en llegar a la certidumbre divina en la misma forma que ella llegaría a la verdad relativa completa de una conclusión mental, por el razonamiento, la duda, la indagación y toda esa parafernalia de sentimientos e incertidumbres Ignorantes que circundan y persiguen el Conocimiento; estas grandes cosas pueden solamente traerse por la apertura progresiva de una consciencia tranquila, dirigiéndose firme y constantemente hacia la experiencia espiritual. Si usted pregunta por qué el Divino ha dispuesto esto así con tantos inconvenientes, esa es una pregunta fútil /inútil / trivial – porque esto no es nada más ni nada menos que una necesidad psicológica impuesta por la misma naturaleza de las cosas. Eso es así, porque esas experiencias del Divino no son construcciones mentales ni movimientos vitales; ellas son cosas esenciales, no cosas meramente pensadas sino realidades, no sentidas mentalmente, sino experimentadas en nuestra misma esencia y sustancia fundamental. No hay duda que la mente está siempre allí y puede intervenir; ella puede y tiene su propio tipo de idealización acerca del Divino, de los pensamientos, de las creencias, de las emociones y de las reflexiones o meditaciones mentales de la Verdad espiritual, inclusive una clase de realización mental que repite tanto como ella puede alguna clase de forma de la Verdad superior, y todo esto tiene algún valor, pero no es concreto, ni profundo ni es indudable. La Mente por ella misma es incapaz de una certeza final; cualquier cosa que ella crea, ella lo duda; cualquier cosa que ella afirme, ella lo puede negar; cualquier cosa que ella defienda o sostenga, ella lo puede falsear. Eso, si usted lo dice, es su libertad, su derecho por hidalguía y su privilegio; eso puede ser todo lo que usted diga a su favor, pero por estos métodos de la mente usted no puede tener esperanzas (fuera del alcance del fenómeno físico e inclusive allí difícilmente) de llegar a algo que usted pueda llamar una certeza final. Es por esta razón predominante que el razonar e indagar acerca del Divino no puede por su propio derecho traer al Divino. Si la consciencia está siempre ocupada con pequeños movimientos mentales, – especialmente acompañados como ellos usualmente están, por una multitud de movimientos vitales, deseos, preocupaciones y todo eso que vicia o corrompe el pensamiento humano, – inclusive apartados por la insuficiencia natural de la razón, ¿qué espacio puede haber allí para un nuevo orden de conocimiento, para las experiencias fundamentales o para esos profundos y tremendos ascensos y descensos del Espíritu? Es definitivamente posible para la mente en el medio de sus actividades ser tomada de repente por sorpresa, abrumándola y arrasando con todo, mientras se inunda completamente con una violenta y repentina experiencia espiritual. Pero, si después ella comienza a interrogar, dudar, teorizar, hacer conjeturas de lo que esto podría ser, o si esto es verdad o no, ¿qué más puede hacer el poder espiritual, sino retirarse y esperar a que cesen las burbujas de la mente?

Yo haría una simple pregunta a aquellos que harían de la mente intelectual la norma y juzguen la experiencia espiritual. ¿Es el Divino algunas veces menos que la mente o es algo mayor? ¿Es la consciencia mental con sus indagaciones tentadoras, sus argumentos sin fin, su duda inextinguible, su lógica rígida y obstinada algunas veces superior o inclusive igual a la Consciencia Divina, o es algo inferior en su acción y posición o prestigio? Si es superior, entonces no hay razón para buscar el Divino. Si es igual, entonces, la experiencia espiritual es verdaderamente superflua. Pero, si es inferior, ¿cómo puede ella retar, juzgar, hacer el Divino pararse como un acusado o un testigo ante su tribunal y convocarlo a aparecer como un candidato para la admisión ante la Junta de Examinadores o prenderlo como un insecto debajo de su microscopio examinador? ¿Puede el animal vital sostener como infalible la norma de sus impulsos, asociaciones e instintos vitales, y juzgar, interpretar y profundizar a través ellos la mente del hombre? No puede, porque la mente del hombre es un poder mayor trabajando en una forma más amplia y más compleja, y la consciencia del animal vital no lo puede alcanzar. ¿Es igualmente muy difícil ver que la Consciencia Divina debe ser algo infinitamente amplio, más complejo que la mente humana, colmado con grandes poderes y luces, moviéndose en una dirección que la mente misma no puede juzgar, interpretar o profundizar por la norma de su razón falible y limitada de conocimiento incompleto? La simple verdad es que el Espíritu y la Mente no son la misma cosa y que es en la consciencia espiritual, donde el yogui tiene que entrar (en esto que estoy diciendo, yo no me he referido en ningún momento a la supermente) si él quiere estar en contacto o unión permanente con el Divino. Entonces, no es un capricho o una tiranía del Divino insistir en que la mente reconozca sus limitaciones, se acalle ella misma, desistiendo de sus demandas, abriéndose y rindiéndose a una Luz mayor de la que ella puede encontrar en su propio nivel oscuro.

Esto no quiere decir que la mente no tiene ningún lugar en la vida espiritual; pero si, que ella no puede ser justamente el instrumento principal, y mucho menos una autoridad a la que todas las decisiones y juicios se le deben someter, incluyendo la del Divino. La mente debe aprender de esa consciencia más grande a la que se está acercando, y no debe imponerle sus propia normas; ella tiene que recibir iluminación, abrirse a una Verdad superior, admitir un poder mayor que no trabaja de acuerdo a los cánones mentales, rendirse ella misma y dejar que su penumbra sea inundada desde arriba hasta donde lo ciego en ella, pueda ver, lo sordo pueda oír, lo insensible pueda sentir, y lo frustrado, lo incierto, la objeción y el la desilusión puedan tener regocijo, plenitud, certeza y paz.

Esta es la posición que el yoga sostiene, es una posición basada sobre una constante experiencia desde que los hombres comenzaron a buscar el Divino. Si esto no es verdad, entonces no hay verdad en el yoga y ninguna necesidad para él. Si esto es verdad, entonces es sobre esas bases, y desde el punto de vista de la necesidad de esta gran consciencia, que nosotros podemos ver si la duda es de alguna utilidad para la vida espiritual. El creer cualquier cosa o creerlo todo, no es algo que se le demande o se le pida al buscador espiritual; tal credulidad promiscua e imbécil no sería nada intelectual, sino que además en su más alto grado, no tendría nada de espiritual. En cada momento de la vida espiritual hasta que uno ha llegado completamente a entrar en la luz superior, uno tiene que estar alerta y ser capaz de distinguir la verdad espiritual de las imitaciones pseudo espirituales de ella o las verdades sustitutas preparadas por la mente y el deseo vital. El poder de distinguir entre las verdades del Divino y las mentiras de Asura es una necesidad fundamental o cardinal para el yoga. La pregunta es si eso puede ser hecho mejor por el método negativo y destructivo de la duda, que frecuentemente mata la falsedad pero rechaza también la verdad con el mismo empuje imparcial, o puede ser encontrada por el poder de una búsqueda más positiva que ayuda e ilumina y que no es dominada o sometida por su ignorancia inherente a encontrar la verdad y la falsedad de igual forma, con el estilete de la duda y el garrote de la negación. Una creencia mental ciega, confusa y que no distingue, no es la enseñanza de la espiritualidad y del yoga; la fe de la que se está hablando, no es una creencia mental tosca e imperfecta sino la fidelidad del alma a la luz interior que la guía, una fidelidad que tiene que permanecer hasta que la luz la guíe a entrar en el conocimiento.

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Yo no pido a nadie una "fe ciega", todo lo que pido es una fe fundamental, salvaguardada por una discriminación paciente y tranquila – porque esas condiciones son propias de la consciencia del buscador espiritual y son las que yo mismo he usado y he encontrado que ellas remueven toda necesidad del dilema absolutamente injustificado de "que debes dudar todo lo suprafísico, o ser enteramente crédulo", disyuntiva que hace posible la existencia del argumento materialista. Puedo ver que su duda, constantemente regresa a la embestida con la repetición de esta fórmula a pesar de mi negación – la cual ayuda mi afirmación de que la Duda no puede ser convencida, porque por su propia naturaleza ella no quiere ser convencida; ella continúa repitiendo siempre las mismas causas, motivos y razones obsoletas.

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Lo anormal abunda en el mundo físico y lo supernormal, también se encuentra en él. En este asunto, lejos de cualquier problema de fe, cualquier hombre verdaderamente racional con una mente libre (no los atados, como los racionalistas o los llamados libres pensadores, en cada momento con el triple cordón de una duda ciega e irracional) no debe protestar inmediatamente diciendo, "¡Impostor! ¡Falsedad" sino suspender el juicio hasta que el tenga la experiencia y el conocimiento necesarios. El negar en la ignorancia no es mejor que el afirmar en la ignorancia.

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Cualquiera que sea la fuerza motriz que continuamente impulsa a la mente o lo vital, si hay en el ser, un verdadero buscador del Divino, ella, debe guiarlo eventualmente a la realización de Él. El alma interna tiene siempre el anhelo innato (ahaitukí) por lo Divino; el hetu o esa fuerza especial es simplemente un impulso usado por el alma para hacer que la mente y lo vital siga la urgencia interna. Si la mente y lo vital puede sentir y aceptar ese amor diferente del alma por el Divino, por su propia causa, entonces el sadhana obtiene su poder completo y muchas dificultades desaparecen; pero inclusive si no desaparecen, ellos obtienen lo que estaban buscando en el Divino y a través de eso ellos llegarán a realizar algo, inclusive el pasar más allá del límite del deseo original…Yo puedo decir que la idea de un Dios sin felicidad es absurda ¡que solamente la ignorancia de la mente puede engendrar! El amor Radha (la personificación del amor absoluto por el Divino. La palabra significa adoración y también delicia) no está basado en tal cosa, sino simplemente quiere decir que aunque algo se interponga en el camino del Divino, dolor o felicidad, milana [contacto, unión] o viraha [separación, ausencia del Amante Divino], y por muy largo que sea el tiempo que los sufrimientos perduren, el amor Radha siempre es firme y mantiene su fe y certeza, apuntando fijamente como una estrella, al objeto supremo del Amor.

¿Qué es esta Ananda, después de todo? La mente no puede ver en ella nada sino una condición psicológica agradable, – pero si ella fuera solamente eso, no podría ser ese éxtasis que los bhaktas y los místicos encontraron en ella. Cuando Ananda llega a ti, es el Divino el que llega, justo como la paz flota dentro de ti, es el Divino quien te invade, o cuando tu estás inundado de Luz, es la inundación del Divino mismo lo que está a tu alrededor. Por supuesto, el Divino es algo mucho mayor, muchas otras cosas además, y en todas ellas una Presencia, un Ser, una Persona Divina; porque el Divino es Krisna, es Shiva, es la Madre Suprema. Pero a través de Ananda usted puede percibir el Anandamaya Krisna, porque Ananda es el cuerpo sutil y el ser de Krisna; a través de la Paz usted puede percibir el Shantimaya Shiva; en la Luz, en el Conocimiento enviado, el Amor y el Poder de levantar y realizar usted puede encontrar la presencia de la Madre Divina. Es esta percepción la que hace las experiencias de los bhaktas y los místicos tan arrobadoras y los capacita más fácilmente a pasar las noches de angustia y separación; cuando hay esta percepción del alma, ella le da a Ananda una fuerza o valor, que por muy pequeña o fugaz que sea, de otra manera no se podría tener, y Ananda misma acumula por esa experiencia un poder creciente para quedarse, regresar y aumentar.

Yo no puedo muy bien responderle a Russell sus narraciones anormales, porque la concepción del Divino como un Poder omnipotente externo que ha creado el mundo y lo gobierna como un monarca absoluto y arbitrario – la concepción Cristiana o Semítica – nunca ha sido la mía; ella contradice completamente mi experiencia y visión durante treinta años de sadhana. El reparo de los ateos está basado en esta idea – porque el ateísmo en Europa ha sido la reacción vacía y preferiblemente frívola en contra de una religiosidad exotérica vacía y frívola y sus ideas dogmáticas populares, inadecuadas y crueles. Pero cuando yo hablo de la Voluntad Divina, quiero decir algo diferente, – algo que ha descendido aquí en un mundo Ignorante que está evolucionando, y que está detrás de todo presionando en la Oscuridad con su Luz, guiando los asuntos presentes hacia lo mejor posible en las condiciones de un mundo de Ignorancia y guiándolo eventualmente hacia el descenso de un poder superior del Divino que no será un retroceso omnipotente y acondicionado por las leyes del mundo como son, sino una acción completa y por lo tanto trayendo el reino de la luz, la paz, la armonía, la felicidad, el amor, la belleza y Ananda, porque esas cosas son la Naturaleza Divina. La Gracia Divina está allí lista para actuar a cada momento, pero ella se manifiesta a medida que uno crece fuera de la Ley de la Ignorancia en la Ley de la Luz, y eso quiere decir, no un capricho arbitrario, no obstante milagroso frecuentemente en sus intervenciones, sino como una ayuda en ese crecimiento y una Luz que guía y eventualmente libera. Si tomamos las verdades del mundo y las verdades de la experiencia espiritual como el todo que son, ninguna de ellas pueden ser negadas o abandonadas, entonces, yo no veo que otro Divino puede haber allí. El Divino puede guiarnos frecuentemente a través de la oscuridad, porque la oscuridad está aquí dentro y alrededor de nosotros, pero es hacia la Luz que Él nos está guiando y no a ninguna otra cosa.

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Lo peculiar acerca de la representación errónea que el intelecto hace de lo "Inmaterial" (el resultado de una simple expresión negativa o algo que es imposible de expresar íntima o positivamente) es que está muy bien hecha y toca la verdad en el mismo centro. Nadie que ha tenido la Ananda del Brahman puede hacer nada o decir nada sino sonreír al ser acusado de frialdad; hay una absolutividad de éxtasis inmutable en eso, una intensidad de silencio concentrado y un arrobamiento inalienable, que es imposible inclusive, sugerírselo a alguien que no ha tenido al experiencia. La Realidad eterna ni es fría, ni seca, ni vacía; usted puede si quiere hablar de la luz del sol en el medio del verano como fría, o del océano como seco o completamente vacío; pero cuando usted entra en esa Realidad por la eliminación de la forma y todo lo demás, ella se embravece y agranda como un milagro completo en toda su extensión – eso es verdaderamente el Purnam; cuando se entra en ella tanto afirmativamente como por negación, ¡no puede haber obviamente, ninguna cuestión o nada que tenga que ver con el vacío o la sequedad! Todo está allí y más de lo que uno puede soñar como el todo. Eso es el porque uno tiene que objetarle al intelecto que él mismo se crea como el sab-jãntã (todo sapiencia) el juez: si el intelecto se mantiene en sus propio límites, no habría objeción para él. Pero él, hace construcciones de palabras e ideas que no tienen aplicaciones para la Verdad, balbuceando cosas tontas en su ignorancia y haciendo de sus construcciones una pared que rehusa dejar entrar la Verdad, la que lo sobrepasa en sus mismas capacidades y alcance.

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Si uno está ciego, es completamente natural – porque la inteligencia humana es después de todo, en su máximo, más bien una cosa imbécil – el negar la luz del día: si la mejor visión natural de uno es esa de una vislumbre empañada, es igualmente natural creer que esa es la mejor visión que todos pueden tener. Pero, la Luz existe para todo eso – y la Verdad Espiritual es más que una visión empañada.

 

Cartas sobre Yoga por Sri Aurobindo
Tomo I, Sección IV- La Razón, La Ciencia y El Yoga
Traducido por Hortensia De la Torre.

 

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