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LA COSA MÁS GRANDE EN EL MUNDO
 
 
El Bien Supremo
 
 
Todo el mundo se ha hecho a sí mismo esta interrogación, de tanta trascendencia en la antigüedad como lo es en los tiempos modernos: ¿Cuál es el “summum bonum” – el bien supremo? La vida está delante de vosotros. Sólo una vez podéis vivirla. ¿Cuál es el objeto más noble que podemos desear – el don supremo que debemos apetecer?
 
Nos hemos acostumbrado a que nos digan que la cosa más grande en el mundo religioso es la fe. Esta excelsa palabra ha sido por siglos la clave de las religiones populares y hemos aprendido a considerarla como la cosa más grande en el mundo. Pero estamos en un error. Si se nos ha dicho eso, podríamos equivocar nuestro camino.
 
Les he llevado, en el capítulo que acabamos de leer, al mismo principio del cristianismo; y en él hemos visto que: “la mayor de ellas es el amor”. No es una inadvertencia. Pablo hablaba de la fe unos momentos antes. Dice él: “Y si tuviese toda la fe, de modo que pudiese remover montañas, y no tuviese amor, nada soy”.  Muy lejos de olvidarla, deliberadamente contrasta una con la otra: “Y ahora pues permanecen, la fe, la esperanza, y el amor”, y sin vacilar un momento, emite su decisión: “pero la mayor de ella es el amor”. Y no lo dice basado en un prejuicio. El hombre tiene la tendencia de recomendar a los demás aquello que constituye su lado más fuerte. El amor no era el lado más fuerte de Pablo. En él se anida una hermosa ternura, que el discípulo observador puede percibir a medida que Pablo envejece – la cual va desarrollándose y madurándose en todos los aspectos de su carácter; pero la mano que escribió, “pero la mayor de ella es el amor”, cuando la encontramos por primera vez, está manchada de sangre.
 
Pablo no es el único que escoge el amor como el bien supremo. Los tres maestros del Cristianismo están acordes en ello. Pedro dice: “Sobre todas las cosas amaos con fervor los unos a los otros”. ¡Sobre todas las cosas! Y Juan va más lejos: “Dios es amor”.
 
El Nuevo Mandamiento
 
“El amor es el cumplimiento de la ley”. ¿Habéis pensado alguna vez qué es lo que Pablo quiso decir con eso? En aquellos tiempos, los hombres trataban de ganar su entrada en el cielo observando los Diez Mandamientos y los mil y un mandamientos más que habían construidos sobre aquellos. Cristo vino y dijo: "Os voy a enseñar un camino mejor. Si hacéis sólo una cosa, haréis estas mil y una cosas sin siquiera pensar en ellas - las haréis inconscientemente. Si vosotros amáis, habréis obedecido toda la ley".
 
Y vosotros podéis convenceros fácilmente de cómo esto tiene que ser así. Tomad cualquiera de los mandamientos: “No tendrás otros dioses delante de mí”. Si un hombre ama a Dios, no tendréis que decirle eso. El amor es el cumplimiento de esa ley. “No tomarás el nombre de Dios en vano”. Él nunca soñaría en invocar su nombre en vano, si lo amase.
 
“Acuérdate del día del descanso, para santificarlo”. ¿Qué más le complacería que tener un día de cada siete para dedicarlo al objeto de sus afectos? El amor cumpliría todas estas leyes con respecto a Dios. Y si el hombre amara a su prójimo no pensaría nunca en decirle que honrara padre y madre. Lo haría sin siquiera pensar en ello. Sería absurdo mandarle que no matara. Ni siquiera soñaría en ello. Sería ridículo decirle que no robara. Más bien preferiría que ellos poseyeran sus valores en vez de poseerlos él. No necesitaría decirle que no levantara falsos testimonios contra su prójimo. Si lo amara, eso sería la última cosa que haría. Y no tendría ocasión para reprocharle de codicia, porque se regocijaría de lo que su vecino poseyera.
 
De esta manera, “el amor es el cumplimiento de la ley”. Es la regla para cumplir todas las reglas; es el nuevo mandamiento para guardar todos los viejos mandamientos; es el secreto de Jesús respecto a la vida cristiana. Y ahora Pablo lo ha aprendido; y en esta noble apología él nos ha dado la reseña más maravillosa y original que existe del summum bonum”. Podríamos dividirla en tres partes. Al comienzo del capítulo tenemos el amor comparado por contraste, en el centro lo vemos analizado y hacia el final lo vemos defendido como el don supremo.
 
 
Final de la Primera Parte
 
 
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