Comentario Editorial #5
 
14 de julio de 1999
Por la Rev. Yin Zhi Shakya (Hortensia De la Torre)
 
 
La Tolerancia
 
Lo que hace correcta una cosa es su verdad. Una cosa es correcta cuando es la verdad; la verdad trascendente de la cosa, no la verdad relativa. Cuando la cosa es correcta de acuerdo con la verdad relativa, es una verdad a medias.
 
La Verdad es la Semejanza, es Dios, es el Atman, es El Divino, es El Único, es La Unidad, es El Principio, es La Vida, es El Amor, es El Espíritu, es El Alma y es la Única Mente. ¿Cómo todo eso puede no ser La Verdad? A cada situación puedes o debes aplicarle la prueba de la verdad, ella te dirá la forma correcta de actuar.
 
Para mejorar y hacer crecer nuestra percepción de la Verdad, necesitamos la Tolerancia.
Tolerancia”, dice el diccionario, es: “Sufrir, llevar con paciencia. Disimular algunas cosas que no son lícitas sin consentirlas expresamente. Resistir, soportar, especialmente alimentos, medicinas, etc. Admitir ideas u opiniones distintas de las propias.”
 
¡Qué difícil es tolerar! y por otra parte, ¡qué fácil es!
 
Porque tenemos la necesidad de ella (la tolerancia) para poder crecer, es que tenemos que buscar un método para aprenderla y así caminar en la verdad, en la luz: diríamos, un método para dominar el arte o la ciencia de tolerar. Porque tolerar es un arte y a la vez una ciencia.
 
Es una ciencia porque él que practica la tolerancia conoce ciertamente que las cosas por sus principios y causas llegarán siempre a ser lo que son, nada más, nada menos; no pueden cambiar porque el Todo es el Uno y el Uno es el Todo.
 
Es un arte porque él que la practica sabe que es un conjunto de reglas para hacer bien alguna cosa.
 
Hay que tolerar porque con ello nos estamos ayudando a construir la resistencia a los hábitos ignorantes. Tenemos que tolerar para no inmiscuirnos en la irrealidad, en la falsedad, en lo que verdaderamente no existe, en lo inestable, en lo perecedero, en lo no esencial.
 
El tolerar no quiere decir el renunciar a nuestro derecho a la evolución ascendente, sino el comprender los niveles de entendimiento de los otros seres.
 
El comprender nos capacita a ayudar positivamente, muchas veces conscientemente, pero la mayoría de las veces sin saberlo, o sea, inconscientemente.
 
Para aprender la tolerancia, como primer paso [en el método que estamos escogiendo, o sea la meditación] tenemos que buscar un refugio en donde desde allí, podamos observar lo que vamos a tolerar y trabajar meditando en el problema hasta que lleguemos a comprender completamente la verdad que está oculta detrás de cada cosa... de cada dharma...
 
Así que la tolerancia y la meditación van a la par cuando se trata de comprender la verdad trascendental que se encuentra detrás de un error o una verdad relativa o a medias.
 
Los Budistas se refugian en Buda, como líder, en sus Enseñanzas, como guía, y en sus Condiscípulos o Sangha, como los únicos seres con quien compartir sus experiencias y vivencias; las personas que piensan igual que ellos. Ellos dicen, “Me refugio en Buda, en sus Enseñanzas, y en sus Condiscípulos”, cada vez que van a meditar.
 
¿Por qué hay que refugiarse? Tenemos que refugiarnos por la necesidad de asilo y amparo en contra todo lo que se interponga en nuestro camino para malograr nuestro trabajo ascendente.
 
Es el deber de cada ser iluminado enseñar y predicar a los muchos, y para eso se necesita tolerancia.
 
Caminemos en la Luz en vez de en la Oscuridad.
 
En una Luz que se genere en nosotros, en nuestro interior, producto, entre otras cosas, de esa tolerancia; seamos lámparas de guía para otros y de esa forma para nosotros mismos; avancemos hacia las alturas del Divino, donde Él nos está esperando a TODOS con los brazos abiertos sabiendo que nunca nos hemos alejados y que siempre hemos estados allí. OM… OM… OM…
 
Oremos, meditemos:
“¡QUÉ TODOS LOS SERES VIVAN FELICES Y EN PAZ!"
 
 
Deseándoles a todos la Paz Divina,
Rev. Yin Zhi Shakya, OHY

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